

Por: Fabián Debesa
La distancia desde el cielo al abismo en la política bonaerense a veces es más cerca de lo que parece. Este lunes, el Gobernador Axel Kicillof puede sentir que sus manos extendidas llegaron al límite del éxito con el rotundo y extendido triunfo en las legislativas del 7 de septiembre.
Casi 47% de los votos positivos; seis de ocho secciones electorales; municipios pintados de celeste en todo el ancho y largo bonaerense; mayoría en el Senado y holgados números en Diputados.
Cualquier desprevenido podría creer que lo que ocurrió apenas cuatro años atrás corresponde a otra era de la historia: en septiembre de 2021, Cristina Fernández y La Cámpora comandada por Máximo Kirchner intervenían el gobierno del “novel” mandatario provincial por el resultado de una elección de medio término.
Después de las legislativas de ese año, en las que la entonces alianza Frente de Todos caía ante Juntos, por casi 12 puntos (sumando los votos de Diego Santilli y los de Facundo Manes que fueron a internas en las PASO), Cristina hizo viajar a Kicillof hasta El Calafate, para digitarle los cambios que debía aceptar en el rumbo de su gobierno.
En estos días se cumplirán sólo cuatro años de aquel viaje incómodo de Kicillof al sur.
Luego vino una remontada que casi empata la general, el derrumbe del kirchnerismo en Nación y la defensa del territorio bonaerense como último baluarte de un espacio que comenzaba una retirada obligada por la avalancha liberataria.
¿Qué demostraría esta breve lección de historia reciente?. La fragilidad de los triunfos y lo efímero que pueden ser las derrotas en el escenario provincial.
Kicillof deberá administrar con cuidado el lauro obtenido este domingo si pretende consolidar su proyecto presidencial. Los primeros pasos los pudo concretar sin mayore tropiezos: doblegó la intención de Cristina y Máximo que pretendían un comicio unificado; armó una “liga de intendentes” que sostienen el armado y pasó con holgura el examen electoral.
Mantenerse por dos años como el “candidato natural”, mientras administra la Provincia más compleja de la República es el próximo paredón que deberá sortear. Tendrá que tener templanza y rodearse de colaboradores con sapiencia que eviten los previsibles tropiezos que pueden asomar en dos años, en un país turbulento como la Argentina.
Tiene una ventaja: ya conoce el sabor agrio de la derrota. Ahora falta que no se embriague con el aroma seductor del triunfo.