

Por: Por German Oural
La construcción territorial de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires revela un fenómeno político fascinante: la aparente paradoja de quien critica el "establishment" adoptando sus métodos más refinados para conquistar el poder. El avance de Javier Milei en territorio bonaerense, con Karina Milei y Sebastián Pareja como arquitectos principales, exhibe notables similitudes con el armado original del PRO, aunque con diferencias doctrinarias que podrían redefinir el mapa político provincial.
Cuando Mauricio Macri fundó Propuesta Republicana en 2003, tras la experiencia inicial del partido PRO creado por Leandro Popik en 2000, el empresario porteño diseñó una estrategia de penetración territorial que combinaba pragmatismo político con renovación discursiva. El PRO nació como un espacio de renovación política que resistió la tentación de diluirse en los partidos tradicionales, construyendo desde la Ciudad de Buenos Aires hacia el interior con una metodología gradual pero implacable. El macrismo se caracterizó por tres elementos clave: la incorporación de dirigentes con experiencia territorial, la construcción de alianzas pragmáticas con dirigentes locales independientemente de su origen partidario, y la centralización de decisiones en un núcleo reducido de poder.
Estos mismos elementos son claramente identificables en la estrategia libertaria actual. Javier Milei asegura tener referentes en 131 de los 135 municipios bonaerenses, una afirmación que recuerda las declaraciones triunfalistas que caracterizaron la expansión del PRO en sus años dorados. Al igual que Macri en su momento, Milei apeló a la incorporación de dirigentes con base territorial en la provincia de Buenos Aires, priorizando la efectividad por sobre la pureza ideológica.
La reciente oficialización del acuerdo LLA-PRO en la provincia, encabezada por Karina Milei junto a Cristian Ritondo y Sebastián Pareja, marca un hito en esta construcción territorial. Sin embargo, aquí emerge la primera gran diferencia: mientras el PRO nació como alternativa al bipartidismo tradicional, LLA se presenta como la superación tanto del peronismo como del propio macrismo. Según fuentes consultadas en diversos municipios bonaerenses, la bajada de línea de Karina Milei es cristalina: unidad y verticalismo absoluto bajo su conducción y la de Pareja.
Esta estructura piramidal recuerda al modelo organizativo que caracterizó al PRO en sus primeros años, cuando Macri concentraba las decisiones estratégicas mientras delegaba la operativa territorial en dirigentes locales con autonomía táctica pero dependencia estratégica. La diferencia radica en el perfil de los operadores. Sebastián Pareja, con raíz política en el peronismo, se ocupa del armado en el conurbano, aportando un conocimiento territorial que el PRO nunca logró consolidar plenamente en esos territorios. Esta incorporación de cuadros con experiencia peronista marca una distinción clave: mientras Macri intentó construir desde cero en territorio hostil, Milei opta por cooptar estructuras existentes.
Pese a las similitudes metodológicas, existen diferencias estructurales que definen proyectos políticos divergentes. El PRO construyó su identidad en la modernización del Estado y la eficiencia de gestión, manteniendo un perfil institucional que respetaba las formas democráticas tradicionales. El libertarismo, en cambio, propone una refundación más radical del sistema político y económico. Milei afirmó que La Libertad Avanza puede lograr un "batacazo" electoral en la provincia, una confianza que trasciende lo meramente electoral para instalarse en el plano refundacional. Mientras el macrismo aspiraba a ser una alternativa dentro del sistema, el mileísmo se presenta como la superación del sistema mismo.
Las encuestas muestran que Milei obtiene sus mejores números en distritos del norte del conurbano, como San Isidro, Pilar y Vicente López, precisamente los mismos territorios donde el PRO construyó sus fortalezas históricas. Esta coincidencia geográfica no es casual: revela la persistencia de un electorado de clase media alta y media que, tras el fracaso del "cambio" macrista, busca nuevamente una alternativa antisistema. La gran incógnita es si el libertarismo podrá penetrar en los territorios populares donde el peronismo mantiene su hegemonía histórica. La decisión de Milei de involucrarse personalmente en la campaña bonaerense con recorridas territoriales centradas en las dos grandes secciones electorales del Conurbano evidencia la conciencia sobre este desafío.
La construcción territorial libertaria en Buenos Aires representa, paradójicamente, tanto la continuidad como la ruptura con el modelo PRO. Continuidad en los métodos, ruptura en los objetivos. Donde Macri buscaba la modernización conservadora, Milei propone la revolución liberal. El éxito de esta estrategia dependerá de su capacidad para resolver la tensión entre el discurso antisistema y la práctica política tradicional. La participación de la mayoría de los intendentes de PRO en el acuerdo garantiza estructura, pero también introduce las contradicciones propias de toda coalición pragmática.
En definitiva, el desembarco libertario en suelo bonaerense no es una mera repetición del fenómeno PRO, sino su evolución lógica: más radical en el discurso, más sofisticado en la táctica, y potencialmente más disruptivo en sus consecuencias. La provincia de Buenos Aires se convierte así en el laboratorio donde se definirá si el libertarismo argentino puede trascender la protesta para convertirse en proyecto de poder duradero.