

Por: Juan Cruz Sanz
"El supremo arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar", escribió Sun Tzu hace más de dos milenios. Pero en la arena política argentina actual, donde los leones rugen sin cesar y las águilas radicales alzan vuelo, parece que esta antigua sabiduría ha quedado en el olvido. El gobierno de Javier Milei, que llegó al poder enarbolando la bandera del cambio radical, se encuentra ahora en una encrucijada que desafía cualquier manual de estrategia política.
Como en el Leviatán de Hobbes, donde el poder absoluto surge como respuesta al caos, el ejecutivo actual intenta consolidar su autoridad en medio de una guerra en múltiples frentes. Sin embargo, la realidad política argentina demuestra que el poder, lejos de ser absoluto, es un delicado ejercicio de equilibrios y negociaciones.
La batalla más visible, y quizás la más desconcertante, es la que se libra con Mauricio Macri. Los dos exponentes del antikirchnerismo, que compartieron trinchera en la campaña, hoy protagonizan un sofisticado juego de poder donde cada movimiento esconde múltiples intenciones. Los tuits "fantasma" de Santiago Caputo contra Jorge Macri emergen como una nueva táctica en esta guerra de guerrillas digital, donde las redes sociales se transforman en campos de batalla.
Mientras los leones disputan su territorio, la UCR emerge como una fuerza que busca redefinir el centro político. La concentración de más de 1.200 dirigentes radicales en Mar del Plata no es un mero acto partidario; representa la reorganización de una fuerza que se niega a ser espectadora pasiva del duelo entre libertarios y macristas. El senador nacional Maximiliano Abad, tras su victoria en las internas, proyecta un nuevo horizonte para el radicalismo, uno donde el partido centenario abandona su rol de socio minoritario para construir su propio protagonismo en un escenario post Juntos por el Cambio.
En las sombras de este enfrentamiento, Cristina Fernández de Kirchner teje su propia estrategia. La expresidenta, lejos de retirarse tras su salida del Senado, mantiene viva su influencia a través de una red de alianzas con gobernadores e intendentes. Su capacidad para reorganizar las tropas peronistas desde una posición aparentemente periférica demuestra que el arte de la guerra política también se puede ejercer desde fuera de las instituciones formales.
El cónclave anticipado de la mesa ejecutiva del PRO y la movilización radical en Mar del Plata, donde intendentes, legisladores provinciales y nacionales se congregaron en el Club Quilmes, son señales de un realineamiento político mayor. La construcción de un espacio de centro, sugerida en los movimientos de la UCR, podría transformar la dicotomía actual en un juego de tres bandas, donde la probable candidatura a senador de Macri sería solo una pieza más en un tablero cada vez más complejo.
Como enseña Sun Tzu, "si conoces a tu enemigo y te conoces a ti mismo, no temerás el resultado de cien batallas". El dilema para todos los actores políticos es que las antiguas certezas se han desvanecido. El gobierno de Milei enfrenta múltiples frentes, mientras que sus potenciales aliados y adversarios redefinen sus posiciones en un escenario fluido.
En este contexto, las próximas legislativas no son simplemente una elección más. Son el Rubicón que cada fuerza política deberá cruzar para demostrar su viabilidad en la nueva configuración del poder argentino. Como en el arte de la guerra, la victoria no siempre es para el más fuerte, sino para quien mejor comprende el terreno y sabe adaptar su estrategia.
El tiempo dirá si los actores políticos han aprendido la lección más importante de Sun Tzu: "La victoria completa se produce cuando el ejército no lucha, la ciudad no es asediada, la destrucción no se prolonga durante mucho tiempo, y en cada caso el enemigo es vencido por el empleo de la estrategia."
Mientras tanto, en los pasillos del poder, el Leviatán argentino sigue mutando, adaptándose a nuevas realidades y desafíos. En este juego de poder donde los leones rugen, las águilas planean y las alianzas fluctúan como las mareas, la única certeza es que la guerra política está lejos de terminar.