jueves 21 de noviembre de 2024 - Edición Nº2178

Actualidad PN | 19 nov 2024

Juan Cruz Sanz

¿Kicillof en pijama? Cuando un libro se convierte en un arma política


Por: Juan Cruz Sanz

En un mundo donde cada gesto político está cuidadosamente coreografiado, resulta paradójico que una imagen aparentemente casual -un gobernador leyendo un libro en un sillón- pueda desatar tanto revuelo. El reciente episodio protagonizado por Axel Kicillof nos invita a reflexionar sobre las nuevas formas de comunicación política y el poder de lo cotidiano en la construcción del mensaje público.

La fotografía en cuestión no es inocente, como ninguna comunicación política lo es. Muestra al gobernador bonaerense en una pose deliberadamente relajada, leyendo, en lo que parece ser un momento de ocio intelectual. La imagen, lejos de ser una simple instantánea de la vida privada, se convierte en un manifiesto político en sí misma, una respuesta visual a una controversia sobre la presencia de ciertos libros en las escuelas bonaerenses.

Este tipo de comunicación política, que podríamos llamar "política en pantuflas", representa una tendencia creciente en la era de las redes sociales. Los políticos buscan mostrarse más cercanos, más humanos, más "como nosotros". Sin embargo, esta aparente naturalidad está tan cuidadosamente calculada como cualquier discurso formal desde un atril.

La estrategia no es nueva: convertir lo personal en político ha sido una táctica recurrente en la comunicación política moderna. Lo novedoso es cómo las redes sociales han amplificado esta tendencia, convirtiendo cada gesto cotidiano en una potencial declaración política. Un político leyendo un libro ya no es solo un político leyendo un libro: es una toma de posición, un mensaje, una respuesta a sus adversarios.

Esta "cotidianización" de la política tiene sus ventajas y sus riesgos. Por un lado, puede ayudar a humanizar a los políticos y hacer más accesibles ciertos debates. Por otro, corre el riesgo de trivializar discusiones importantes y reducir debates complejos a meras poses fotográficas.

En el caso específico de Kicillof, la imagen busca transmitir varios mensajes simultáneos: defensa de la cultura, valoración del conocimiento, resistencia ante lo que considera censura, y todo esto envuelto en un formato aparentemente casual y cercano. Es un ejercicio de comunicación política que utiliza lo cotidiano como vehículo para un mensaje más profundo.

¿Es efectiva esta estrategia? Depende de cómo se mida el éxito. Ciertamente genera repercusión mediática y engagement en redes sociales. Pero también corre el riesgo de polarizar aún más el debate público, convirtiendo incluso los momentos más cotidianos en campos de batalla ideológica.

La política en pantuflas nos recuerda que en la era digital, todo comunica. Cada imagen, cada gesto, cada momento aparentemente privado puede convertirse en un mensaje público. La pregunta que debemos hacernos es si esta tendencia contribuye a elevar el nivel del debate público o si, por el contrario, lo reduce a una serie de performances calculadas para las redes sociales.

En un contexto donde la política parece cada vez más un reality show permanente, quizás sea momento de preguntarnos si necesitamos más política en pantuflas o más debate sustancial. Mientras tanto, las imágenes seguirán circulando, los mensajes seguirán codificándose en lo cotidiano, y los ciudadanos seguiremos intentando descifrar qué hay detrás de cada gesto aparentemente casual de nuestros dirigentes.

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