Axel Kicillof nació el 25 de septiembre de 1971 en la Ciudad de Buenos Aires. Estudió en el Colegio Nacional de Buenos Aires donde egresó con el título de Bachiller Especializado en Ciencias Sociales. Más tarde, cursó en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA donde se graduó como licenciado en Economía con orientación al sector público en la UBA.
Por fundar una agrupación económica que tuvo cierto éxito, en 2011 fue designado subgerente general de Aerolíneas Argentinas, y ese mismo año fue nombrado director de Siderar en representación del Estado. Con el inicio del segundo mandato, apareció el primer “dedazo” de Cristina Fernández de Kirchner, porque lo nombró como secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo, un virtual viceministro de Economía.
Luego, con un segundo “dedazo”, CFK lo designa como Ministro de Economía, sucediendo a Hernán Lorenzino, en noviembre de 2013. También, por orden de “la Jefa”, Kicillof ocupó una banca en la cámara de Diputados de la nación representando, como buen porteño, a CABA, desde 2015 a 2019.
El PRO ganó las elecciones después de “la década ganada” y destronó a kirchnerismo peronista del poder. A comienzos del 2016, el peronismo comenzó a reorganizarse con los intendentes como punta de lanza.
En medio de un gran revuelo que había generado el espacio “amarillo” con su triunfo, el peronismo daba vueltas en un laberinto que parecía que no tenía salidas. Entonces, fueron los jefes comunales del conurbano los que tomaron la posta y con Martín Insaurralde como principal figura, comenzaron a ordenarse.
Por aquellos días no existía “El Bandido” y el lomense contaba con un gran apoyo popular, y comenzaba la ronda de viajes no solo por los distritos del AMBA sino que también por el interior.
Por lo bajo, un Axel Kicillof sacaba del garaje de un conocido, hoy jefe de ministros, un Renault Clío gris y empezaba a dar vueltas por la provincia. Es cierto, Kicillof no sabía ni conocía la realidad de la provincia de Buenos Aires. Tanto es así que sus principales asesores consultaban a dirigentes, periodistas y legisladores qué distritos conformaban las secciones electorales.
Empero, con ese desconocimiento, el actual mandatario tenía mayor llegada a los vecinos. ¿Más carisma que Martín Insaurralde?, puede ser. Entonces, las adhesiones no solo que alentaban al porteño a subirse a una ilusión sino que ponían un tanto celosos a los alcaldes peronistas, dueños de los votos.
Como se dijo, los intendentes del conurbano no querían saber nada con que “un porteño” venga a representar a los bonaerenses. Decían que “ya tuvimos bastante con Scioli y con María Eugenia Vidal”.
Pero claro, “la jefa”, siempre “jefa”, no lo dudó y se inclinó por su ex ministro de Economía para que sea el candidato del Frente de Todos en 2019 para recuperar el poder. Y ahí apareció el tercer “dedazo” de Cristina Fernández de Kirchner, que se plantó ante los poderosos barones del conurbano y les explicó por qué el postulante del peronismo debía ser Axel Kicillof.
Como se sabe, el actual gobernador fue elegido gobernador en 2019 y a partir de ese momento comenzó a producirse cierta separación entre la ex presidenta y Kicillof. Tanto es así que desde lo que hoy se puede llamar “kicillofismo”, empezaron a querer correrse del kirchnerismo y forjar sus propios caminos.
Por supuesto, eso no cayó para nada bien en el espectro K y mucho menos en las cercanías de la dos veces presidenta. “En la primera gestión si no fuese por el respaldo de los intendentes que respondía a CFK no hubiese podido gobernar” lanzaron desde La Cámpora el viernes pasado una vez finalizado el acto de Máximo en Atenas.
Y agregaron: “Si él cree que con 10 plazas tomando mate podía quedarse con todo y desafiar a los que hicieron todo para que esté dónde está, más que equivocado está”.
Pero la bronca K se redobla aproximadamente hace 10 meses, cuando el gobernador y sus principales laderos, comenzaron a buscar excusas para ya no separarse sino que romper con Cristina.
Una nueva canción, los ñatos de Whatsapp y una candidatura que se lanzó cuando aún el cuerpo del peronismo estaba caliente tras el triunfo de Javier Mieli en nación, fueron otras de las molestias K.
Ese fue el combo que hizo estallar al kirchnerismo que, después de Atenas, con las frases de su líder sobre que hay que ser “más prudente en la palabra y más valiente en la acción” y que "hay dirigentes con altos cargos que se creen víctimas", redoblaron la apuesta y lanzaron: “Si no la quieren a Cristina que lo digan”. Y agregaron: “Armemos una interna, votemos, y veamos qué intendentes se animan a jugarle en contra a Cristina”, desafiaron.
Una verdad de perogrullo, pero verdad al fin, es que lo que está en juego es el armado de las listas del año que viene. Es por eso que varios intendentes le “comen” la cabeza a Kicillof para que sea él el que tenga la famosa lapicera y no La Cámpora. Claro, esos jefes comunales se les termina el mandato y no quieren quedarse afuera de la función pública.
Así las cosas, La Cámpora y todo el arco kirchnerista no se achica ante la gestión de Axel Kicillof, desafía y les recuerda a sus compañeros que “mayor dedazo de Cristina eligiendo a Axel Kicillof, porteño para que dirija los destino de los bonaerenses, no hay”.